lunes, 5 de junio de 2017

ES DE VALIENTES SER SANTOS

El corazón del hombre arde de sed, de hambre, de un deseo infinito de Dios, de un querer llenarse el alma con la gracia de aquel que le ha dado la vida y que a pesar de la propia realidad, de su pasado, de su historia, lo sigue llamando a servir, a dar su vida, a dejarlo todo y seguirlo y llevar con pasión el mensaje de la Buena Nueva anunciada por el mismo Cristo, quien durante toda su vida, no hizo más que cumplir a cabalidad con la voluntad del Padre y así rendirle gloria y honor a Él.

Y es que cuando a un hombre su corazón le late con tanto celo, no le queda más que rendirse al amor que lo provoca, que lo hace sentir así, que le inunda sus pensamientos, que lo plenifica y que lo guía en función de su propia santidad y la de sus hermanos. Es por ello, que al dar el sí, no se debe caer en la zona de confort ni sentir la confianza de que a partir de ahora todo será más fácil, al contrario, se debe incrementar esfuerzos, se debe redoblar la constancia en la oración, en la propia purificación y en todas las herramientas de que se disponga para la salvación del alma y de dar mayor gloria a Dios.

En medio de tanto ruido que ofrece el mundo, es muy fácil prestar oídos sordos al llamado continuo a la santidad y con ello, desviarnos de la ruta que nos ha de conducirnos al encuentro con el Señor. La sociedad está de cabeza y quién ignore esta realidad podría perder la suya en medio de tanta violencia absurda, de tanta degeneración de la persona, de tanto irrespeto por la dignidad de ser y de el odio que carcome la propia existencia de un hombre que por querer buscar la libertad según los criterios humanos, ha terminado siendo esclavo de sus propias cadenas.

Es de valientes ser santos en este momento histórico, en que los placeres se han vuelto más importantes que la dignidad, en que el respeto ha pasado a un último plano y se ha convertido en un privilegio exigido inclusive con violencia por algunos que creen que libertad  es que el mundo gire en torno suyo y que la verdad sea vista como un monopolio donde ellos sean quienes tienen la razón.

Hay que ser valientes hoy más que nunca, tomar nuestra cruz y emprender el camino donde podamos servir con ejemplo, santidad y misericordia a todo aquel que sufre, pues es mi hermano, y nunca podría serme indiferente a mí como persona y recordar que la mejor manera que tiene un cristiano de defender la fe que profesa es siendo imagen viva de Cristo en la tierra, llevando amor donde haya odio y siendo luz en medio de la oscuridad.

Ad Maiorem Dei Gloriam.

Dr. Alonzo Álvarez


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