lunes, 8 de mayo de 2017

EN EL SILENCIO DE LA ORACIÓN...


"Solo en el silencio de la oración se sabe a qué sabe Dios".


Sin duda alguna, esta expresión de San Ignacio de Loyola ha marcado mi vida fuertemente, de la misma manera en que la experiencia de sus ejercicios espirituales lo han hecho. El cristiano es una persona antes que nada, y eso, por naturaleza, lo hace débil, propenso a cometer yerros, a tropezar, a caer, a levantarse y volver a tropezar... y muchas veces, con la misma piedra.

Lo que el cristiano debe tener en cuenta, no solo en su intelecto sino en lo más profundo de su corazón es que hay un Dios lleno de misericordia que espera igual que el padre del hijo pródigo (Lc 15, 11-32) a que su hijo malagradecido vuelva a Él, pero no para reclamarle ni para darle un merecido castigo, sino para cubrirlo de abrazos, de besos, de caricias y así, mirándolo a los ojos, tomarlo de las manos y decirle: hijo mío, te estaba esperando, te amo. Si el cristiano siente y sabe eso, buscaría de inmediato el camino que debe seguir para encontrarse con su padre.

El camino que conduce a Dios es muy distinto de los caminos que el mundo nos ofrece cada día; el camino que conduce a Dios es un camino silencioso muchas veces, es un camino difícil porque irás por lugares que  muchos no entenderán, despreciarás títulos, preferencias, halagos, primeros puestos, ya que tu preocupación principal será servir a los que más lo necesitan y fortalecerte vos mismo en la eucaristía y en el tiempo de oración que, a pesar de todo el trabajo que tengás que hacer, siempre, pero siempre, encontrarás el momento y el lugar para estar a solas con Dios, para cerrar tus ojos y para estar con Él. Dios nos invita a retirarnos a un lugar solitario (Mc 6, 31), quiere que dejemos en Él todas nuestras preocupaciones, cansancios, dolores... quiere que lo busquemos en el silencio y seamos constantes en la vida de oración, porque un cristiano debe hacer de su vida oración, debe ser otro Cristo, un apasionado del Evangelio, que ame y que sea misericordioso, nunca un juez acusador, debe tener olor a oveja, y estas lo escucharán, tal como lo menciona el papa Francisco en su exhortación apostólica, Evangelii Gaudium. 

Dr. Alonzo Álvarez





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